martes, 14 de junio de 2016

La miseria del poder


Los pueblos suelen equivocarse, nadie es infalible en el mundo por más adulación o autoestima que reciba o tenga; el poder, ese codiciado mecanismo de control es anhelado por muchos políticos, esos políticos que en campaña electoral, para alguna elección, prometen hasta lo imposible, amasando el populismo, abrazando cada mentira y promesas que saben que de llegar al poder nunca cumplirían, pero es el pueblo quien lleva muchas veces a esos mentirosos a presidencias, a los parlamentos, a las gobernaciones y alcaldías; la demagogia logra su cometido cuando los políticos ya en el poder, quieren manejar a los ciudadanos a su gusto y con pistola en manos.

No puedo dejar de mencionar a mi país, Venezuela, esta nación de gigantes emprendedores, de hombres y mujeres trabajadores, de ciudadanos solidarios que se cansaron en el siglo pasado del sistema imperante del bipartidismo, fueron decepcionados, claro que sí y las promesas que se les hicieron fueron incumplidas por los poderosos de entonces. De aquellos convulsos años, Hugo Chávez se aprovechó, logró que su discurso calara en el descontento y conquistara a punta de demagogia y populismo a muchos ciudadanos que estaban indignados por la crisis económica y social que se vivía en esos tiempo, pero todo no fue como lo esperaban aquellos “indignados del 98”.

El poder en Venezuela está corrompido, cada membrana del mismo esta putrefacta, sus líderes son grandes oligarcas que en otrora vociferaban contra “el imperialismo y la alta burguesía”, cuando ellos son hoy los que ostentan el poder y la miseria del mismo y quien se atreva a criticarles, tiene una celda en la cárcel o un hoyo en el cementerio asegurado; son los mismos que han saqueado a una nación entera, han robado el Tesoro Nacional, han disfrutado de las riquezas de una nación que hoy esta al borde del colapso; son los mismos poderosos furibundos que en el pasado fueron pequeños delincuentes que robaban bancos para financiar sus futuras insurrecciones; los mismos que renegaban de Fidel ante las cámaras cuando estaban en campaña, pero que en privado y posteriormente en público, lamían sus botas y acariciaban su barba. La historia y el pasar de los años han roto las costuras de la plutocracia nacional, del Partido Socialista Unido de Venezuela y de las empresas de maletín que han cometido la estafa más grande de toda nuestra historia republicana: 25 mil millones de dólares desaparecieron y hoy no hay ningún investigado ni procesado por tal crimen.

Luego de que el dinero comenzó a acabarse, el “gobierno revolucionario” comenzó a ajustarle el cinturón a los venezolanos, se aprovecharon de la muerte de Chávez e instauraron por completo un Narcoestado, tal como lo dijo el Premio Nobel de la Paz Óscar Arias Sánchez; Maduro, quien ganó la presidencia con resultados muy apretados y que hoy son de dudosa veracidad, esta llevando a Venezuela más allá del abismo y de la miseria. Todo el que vea las noticias acerca de la “nación del oro negro” debe quedar estupefacto con las kilométricas colas que hacemos los ciudadanos para ver si podemos comprar algunos de los alimentos racionados por el Estado, que con el síndrome del parásito, no hace nada para detener esta desgracia, y claro está en el país que tampoco hará nada. El poder que “controla” Maduro es un gran productor de miseria, división y odios, tanto así, que en plena crisis económica juegan con el hambre de los ciudadanos y son ellos con sus organizaciones políticas y discriminatorias, como los Consejos Comunales y los Clap, quienes deciden quien puede obtener alimentos regulados por el régimen y quien no.

Mediante los Clap, el régimen de Maduro busca controlar aún más a la ya agobiada sociedad venezolana, con planillas de inscripción preguntan quién es miembro del PSUV y quién no, pues con esas planillas pueden decidir a puerta cerrada quién come y quién no.

En otras oportunidades he asegurado que los Clap es la “institucionalización” del bachaqueo (mercado de especulación al que el régimen culpa de la crisis) y es que su manera de actuar y de jugar con el hambre de familias enteras es la mayor miseria que estamos viviendo los venezolanos y la que algún gobierno haya podido establecer; acá tenemos un apartheid y no lo afirmo con ganas de exagerar, en Venezuela si un trabajador del sector público se atreve a criticar al régimen y sus nefastas políticas, es despedido y boicoteado por el resto de las ineptas empresas del Estado y su liquidación casi nunca logra pasar el mes del despido.

Finalmente, los pueblos sí se equivocan y el descontento como el enojo son malos consejeros cuando un oportunista promete solucionar todo de la noche a la mañana sin saber que, justamente mañana, todo estará peor cuando no se aplican las medidas necesarias de solución. La miseria del poder en Venezuela recrudece su represión cada día, todos los días la cúpula del poder hace aún más miserable la desgracia nacional, todos los días Maduro baila y “duerme como un bebé”, pero todos los días cientos de miles de bebés lloran y se duermen con su estómago vacío.

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