Los pueblos suelen equivocarse, nadie es infalible en el mundo por más adulación o autoestima que reciba o tenga; el poder, ese codiciado mecanismo de control es anhelado por muchos políticos, esos políticos que en campaña electoral, para alguna elección, prometen hasta lo imposible, amasando el populismo, abrazando cada mentira y promesas que saben que de llegar al poder nunca cumplirían, pero es el pueblo quien lleva muchas veces a esos mentirosos a presidencias, a los parlamentos, a las gobernaciones y alcaldías; la demagogia logra su cometido cuando los políticos ya en el poder, quieren manejar a los ciudadanos a su gusto y con pistola en manos.
No puedo dejar de mencionar a mi país, Venezuela, esta nación de gigantes emprendedores, de hombres y mujeres trabajadores, de ciudadanos solidarios que se cansaron en el siglo pasado del sistema imperante del bipartidismo, fueron decepcionados, claro que sí y las promesas que se les hicieron fueron incumplidas por los poderosos de entonces. De aquellos convulsos años, Hugo Chávez se aprovechó, logró que su discurso calara en el descontento y conquistara a punta de demagogia y populismo a muchos ciudadanos que estaban indignados por la crisis económica y social que se vivía en esos tiempo, pero todo no fue como lo esperaban aquellos “indignados del 98”.